Entrevista a Mariano Boufflet

Como edición especial de mi columna semanal "Pensamientros sobre la fotografía", en el diario El 9 de Julio, salió esta entrevista que le hice a un colega y amigo...
En nuestra ciudad, al igual que en el resto del mundo, tenemos un creciente número de aficionados a la fotografía. Este fue uno de los motivos que dieron origen a esta columna, de igual modo, despertaron el deseo del fotógrafo Mariano Boufflet de dictar un curso básico de tres meses. Se llevará a cabo en el multiespacio “Los Naranjos”, ubicado en Mendoza 1060. Sugiero prisa, ya que se trata de la última semana de inscripción, pueden obtener más información llamando al celular: 02317-15-5****5. Con motivo de interiorizar sobre este fotógrafo, que dictará las clases (semanales de dos horas), se realizó la entrevista presentada a continuación.
¿Por qué elegiste la Fotografía? ¿Cómo comenzó tu interés por la fotografía?
Mi caso no fue como el de mucha gente que tiene un padre o tío fotógrafo, tampoco saqué una foto a los 5 años de edad que me cambio la concepción del mundo. Lo mío fue en la facultad, fui a estudiar dirección de cine y ahí descubrí la fotografía (fija), como algo que me servía para desconectarme un poco. Comencé con mi cámara de rollo, revelando blanco y negro hasta que tuve la oportunidad de comprar una cámara digital y dedicarme a full con el tema.
¿Qué «ramas» te gustan?
Me encanta la fotografía en general pero, dentro de ella, lo que más me apasiona es la fotografía de naturaleza, paisajes sobre todo. Me gusta estar tranquilo y como sé que éste me espera, puedo tomarme el tiempo que considere necesario para hacer la toma. Contrariamente, me atrae mucho hacer fotos de shows, teatros donde uno puede jugar con la escenografía y las luces del lugar.
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Noche de fiestas

Llega el momento en que se tiene que entrar, cueste lo que cueste. La fila es larga pero algunos se llenan de paciencia. Otros no tan estables, se colan. Sobre la puerta, la gente se aprieta, se apelmaza y les duele. Hombres que sienten intimidada su sexualidad y mujeres que son abusadas, pero callan.
Dentro, cabezas de movimientos erráticos en una multitud efervescente. Una vez más, jóvenes (y no tanto) que fraternizan en el impúdico baño de hormonas y litros de sustancias etílicas. Sin lugar a dudas, se trata de una horda en búsqueda de diversión, la cual tapará aún más los sentimientos, no se dejará ver como realmente es.
Saludan desde la fila de ingreso hasta el momento de irse. Miradas que se cruzan y engaños que se producen. Falso abrazo, sonrisa forzada, caretas puestas. Dos pasos más adelante, la charla más sincera de compañeros que se reencuentran después de un tiempo, el beso sentido de la pareja que acaba de creer que se enamora.
El boliche, también una fiesta, es una variedad inimaginable de personajes, sentimientos, líquidos y canciones, que desfilan frente a la vista incrédula del sobrio observador, que busca en el calor humano un poco de perdón. Desde el que sale por primera vez y no se dejará convencer por los excesos al veterano nocturno, de experiencia pronunciada, que hoy quebrará antes de lo pensado.
La noche no hace a todos pardos ni el alcohol ahoga todas las penas. Atentos, los ojos de un muchacho buscan en el pequeño lago de personas una conexión efímera que lo transporte a un lugar mejor. Música exageradamente alta oculta las verdaderas palabras y el silencioso se hace invisible.
Se deja ver la chica del vestido con lentejuelas, extremadamente corto, que no se deja avasallar por ebrios ignotos. Pasa el pequeño pálido y tambaleante cuerpo de un adolescente que se roza contra los brazos de las mujeres para sentir la suavidad de la pasión femenina. La pelada brillante que se deja acariciar por los finos dedos de una muchacha con labios pintados de color durazno. Nota un pibe, al saludarla, que su amiga se tiñó unos mechones de rosa en la zona de la nuca, al mismo tiempo que se siente feliz, solo por verla sonreír.
Lejos quedó el consejo que le dió su madre a aquella pequeña que se prende a la boca de un cruel destino. Los tacones altos se clavan en la tierra húmeda y las camisas blancas se manchan indefectiblemente con el fernet. Las manos que se encuentran secretamente por lo bajo, son el preludio de un beso infinito. No todas son risas y seducción, cuando aclara el cielo, algunas lágrimas corren, corazones desechos se ven en el mismo momento que risotadas lastimeras. Esa noche se embarazó alguien y tomó el último champagne de su vida otro.
Ríe la soledad de aquel tímido individuo que, por hablar suavemente, perdió la oportunidad con la bonita que se marcha de bajo las garras de un buitre charlatán. Resentimiento, envidia, vanidad. El suelo repleto de colillas de cigarrillos, vasos rotos y sustancias varias.
La partida es difícil para el que se marcha solo, divertida para el grupo de hombres, llena de ofertas para un conjunto de mujeres, cariñosa para las parejas, violenta para los inadaptados, accidentada para los que se excedieron, lenta para el que se va con el amigo que chamulla hasta que se le seca la garganta. Cruel para el que observa, de pie y con frío, aquella muchacha que le gustaba, hablando por teléfono con, probablemente, su pretendiente.

Andarte - Lugar en el cielo

De rocanrol y recitales

Como siempre, noche cerrada sobre la ciudad. Un grupo de amigos, igual a tantos otros, donde las diferencias hacen la belleza y las mezclas de personalidades definen la simpatía, se forman en una fila para presenciar un recital de rock pesado, de una banda de poca monta pero con numerosos seguidores.
Son varios pibes, se conocen mayormente desde la infancia, y los acompaña también una muchacha, a la que deben cuidar, es la novia de uno de ellos, frágil y extranjera en estos ambientes. Creo que se llama Daniela. El protagonista es fumador, tiene un buen encendedor, es reliquia familiar dice seguido, forjado en acero inoxidable con un grabado ilegible, lamentablemente lo usa a diario. También carga con un celular pero eso no le importa, no es un fanático de la tecnología. Tampoco posee nombre o interés en tenerlo.
Hay una multitud impresionante, la cola para la entrada es de unas dos cuadras, pero ellos ya están a la vuelta de la esquina, unos treinta metros de la gloria. El joven charla con una muchacha espectacular que pasa caminando en dirección a la puerta; es divina, rubia, de curvas bien marcadas, con pecas que decoran un rostro angelical, pero ella ya quiere entrar, así que decide no darle ni el teléfono y se va, aunque ambos saben que se trata de una chance de amar que se desperdicia.
Sigue la cola. Avanzan unos pocos pasos. Saca todo de los bolsillos de su vaquero gastado, de repente se habían tornado pesados, una carga molesta, como aquel burro en la sierra que se quita los sacos de sal, y los deja en la saliente de una ventana. La persiana baja le da tranquilidad.
La gente de más adelante parece inquieta, varios están abandonando la hilera y todo se desorganizó un poco. Mientras que la gente de remera negra y letras blancas que llevan la leyenda: staff, se distraen; ellos aprovechan ese desconcierto y, sonrientes, pueden ganar lugares velozmente. Pero al doblar la esquina... estalla todo. Hay corridas, la policía montada aparece con sus largos palos, un camión hidrante se aproxima desde atrás, ojos abiertos de par en par, reflejan la conmoción que se vive allí y entre tanto caos, nuestro pibe, se da cuenta que olvidó sus cosas y llenándose de valor, vuelve a buscar el encendedor. Sin notarlo hasta entonces, lleva a la novia de su amigo de la mano, la está salvando, está alejándola del peligro, tal como había prometido hacer.
Junta sus pertenencias a la marcha. El recital ya no tiene sentido y sin haber cola, se van resignados. Imaginan ver la puerta de rejas metálicas a lo lejos, disminuir su tamaño y permanecer cerradas. El bardo llena las calles de los alrededores también. Un grupo de misteriosos jóvenes proletariados, parados en el capó de un auto, les tiran botellas vacías, el protagonista en pose heroica las recibe en el pecho y espalda, impidiendo que dañen a Daniela, y a su vez, devuelve piedras que encuentra a sus pies, pero sin atinar a nadie, creo que no pretendía más que asustarlos.
Pronto se encuentran afuera del hermoso edificio de Aguas Argentinas, con su estructura arquitectónicamente gloriosa, pero se hallan demasiado tristes para apreciarla. Si bien el quilombo de la entrada, con sus corridas y todo, se extiende hasta aquí, están más tranquilos y a resguardo de la sociedad protectora.
Caminan lentamente hacia la parada del 106. Los pies pesados, aunque solo calcen zapatillas de lona. Sin mediar palabra, sin pensar en los caídos en batalla, deseando que su amigo y respectivo novio esté bien. Y en medio de tanta bataola, se encuentra la blonda impactante, quién repentinamente y sin mediar palabra, le imprime beso pasional en su boca. La noche, ahora, valió la pena.

Imágenes inadecuadas

Segunda entrega extraída del maravilloso mundo onírico.


Corría cierto año inexacto pero espectacular, en la hermosa ciudad de 9 de julio, donde era costumbre que la gente tenga sus propias huertas, no por los elevados precios de las verduras o la concientización de lo natural y orgánico, sino por deseo y voluntad propia, por placer, goce y disfrute.
Con esos motivos, Robertito y sus casi bien llevados diez años de edad, cultivaba una planta de tomates. Petisa y retacona, cargada de hojas densas, con un aroma particular, como las del Parque en las noches de verano. Pero aquel día en particular le regalaron otra semilla, para compartir con su familia, en un almacén cercano y según dicen que no tenía esperanza de vida, ya que hacía mucho frío y no iba a crecer demasiado.
De todos modos él la planto, con Dios sabrá que esperanzas. Le gustaba hacer pozos en la tierra con la mano, sentir los grumos deshaciéndose entre sus dedos y ver ese diminuto mundo de las hormigas y otros insectos, que pasa desapercibido bajo nuestros pies pero tan importante es para nuestra existencia.
Su madre lo ayudó a hacerlo, ella sabe más del mundo verde, técnicas de transplante, cultivo, etc. Es una señora de manos firmes, curtidas por años de trabajar sin parar, las sabias palabras que caen de su boca, es lo que nutre al niño, como el dulce néctar primaveral al colibrí, que año tras año regresa a sus frondosas flores. Mientras lo hacían, ella explica y corrige. Nota el pequeño, que hay una gran cantidad de barro, líquido en  demasía es la razón básica.
Al terminar, la dulce mujer asegura que quedó mejor de lo que esperaba, aunque ella ya le quiere poner los tutores pero su hijo asegura y se empeña en que no hace falta, al menos no aún, ya que ni siquiera nació un brote.
Sucios, felices, llenos de paz y con los más bonitos deseo de que crezca algo, entraron a la casa. De un estilo antiguo, sobrecargada de artilugios de dudosa procedencia y aún más inexplicable utilización, papel tapiz multicolor en las paredes y pisos alfombrados. El televisor está encendido y en él se ve que a varios kilómetros de distancia hay una revuelta sindical de suma importancia.
Miran atentamente, las manos les gotean barro sobre la alfombra, pero es tan densa la situación que aparentan no notarlo. Explica el conductor del noticiero que es en Córdoba, hay problemas en una fábrica, no se especifica de qué, ni por qué, ni cuando arrancó, pero parece que no hay forma de tener esos datos, por ahora. Todo sucede dentro del mismo recinto, luce como un galpón enorme, o un hangar, de vidrios rotosos y grandes alambrados olímpicos que impiden el acercamiento.
No hay cámaras profesionales, ni reporteros que hablen con elocuencia desmedida y frivolidad, pero uno de los empleados ha estado transmitiendo desde su celular, arriesgado, emite pocas palabras que la primera vez se asemejan más a los quejidos de una parturienta. El material está sin filtros... pero madre e hijo no lo saben y nadie les avisa pero las imágenes que muestran son increíblemente fuertes, duras, tan trágicas como la realidad que día a día ocurre en puertas afuera del palacio de cristal que debe ser la niñez.
Comienzan unas corridas, la cámara que temblequea, bultos oscuros que pasan de un lado al otro, se divisan varias patadas y piñas, nada anormal, nada demasiado grosero. Es porque al parecer uno de los importantes implicados, el líder sindical, cuyo nombre se desconoce por ahora y poco importará luego, llevó un arma, una pistola y arremete contra sus compañeros, obreros que años trabajando juntos han pasado. Para peor, no está solo, son varios los que lo apoyan.
Todo se descarrila, cualquiera sea el reclamo, ahora queda sin sentido y sumamente diminuto, cuando se ve que están torturando a alguien. La señora intenta cubrir los ojos del pequeño, que se esfuerza por espiar, el fuerte germen del morbo se cultiva desde niño parece. Hacen sufrir a un pobre cordobés laburador, y Robertito quiere ver, aunque no entienda de política ni organizaciones sociales, alguien está lastimando a otro y él lo disfruta.
Al sujeto agraviado lo suspendieron en el aire a través de cuatro sogas que ataron a cada una de sus extremidades. La madre ya se imagina que pasará cuando ve tirando de ellas grandes sujetos de ellas... violentamente son arrancadas las porciones de un ser humano, la primera en desvincularse del cuerpo es el brazo izquierdo. Salpican un líquido rojo por todos lados y revolotean el trozo cual trofeo. Mientras la mujer llora, el pequeño cultivador ha sido sobrepasado, esa exitación generada por los golpes de puños, ya pierden gracia y comienzan a tornarse negativas.
Sigue mirando, continua sintiéndose peor. Surgen las primeras nauseas, comienza a marearme. No comprende lo que ve, los relatos que oye. Entre tanto caos y confusión, cae en cuenta de que estas imágenes son de archivo. Esto sucedió y fue real, pero hace un mes. Ya es pasado televisivo. Lo que explican en el noticiero, es que aún no encuentran culpable, no saben donde está ese que tiró el primer balazo.
Lentamente Robertito se calma, de saber que esto no es el ahora, se alivia, respira hondo y aliviado, mientras que las feas imágenes continúan, y se ve como el sujeto de la cámara se acerca a alguien que ya fue atendido por la primer ambulancia en llegar al lugar. Y explica que le han cortado la nariz, mientras retira la gasa, para que todos podamos ver... pero ya a nadie le importa, porque pasó ayer.-